En ocasiones me invade un ingrato sentimiento de asco, una terrible desazón que inunda mi cuerpo y no me deja respirar, ni pensar, tan solo me recuerda una y otra vez todas aquellas cosas que me conté a mi misma como negativas, y que día a día me persiguen para recordarme mis fallos.
En esos momentos suelo esquivar mi pensamiento, pero a veces reuno suficiente valor para ponerme cara a cara con mi pasado y enfrentarme con el peor enemigo que he tenido jamás: la conciencia.
Me pregunto entonces como fui capaz de regodearme en la cobardía mas terrible e injusta, y como pude vender mi alma en ocasiones a algo tan miserable y tan efímero. Me flagelo por las mentiras con las que prostituí mi credibilidad, y entonces siempre lloro y destruyo un pedazo de mi cuerpo, de mi vida, me suicido y a veces, sin tan siquiera la oportunidad de renacer y mejorar.
Es posible que nunca llegue a curar del todo mis heridas, incluso es posible que mi cuerpo llegue a su límite con todas mis infantiles y pubercentes heridas supurando desprecio y esas terribles ganas de no haber aparecido jamás, un sentimiento que a parte de mis heridas, me ha acompañado a mí desde que tengo uso de razón, todo, absolutamente todo, parece que habría ido mejor sin mi presencia.
Y todos aquellos versos que en mi adolescencia le escribía al amor con gesto de suficiencia se presentan ante mi como helados puñales ante la inocencia y ridiculez que destilaba mi pluma. Escribía contra mí, contra el mundo y contra todas mis ganas de mandar todo a la mierda.
Pero casualmente sobreviví y continué y arrastré todos esos problemas, toda esa asquerosa sensación de no encajar hasta mas allá de los veinte.
Por aquel entonces conocí la droga, un ambiente liberador en el que estaba muy cerca de ser libre, de no tener que fingir ser algo para caer mejor, irónicamente cuando alcancé la ruina mas cruda, cuando ya nada me unía al mundo, comprendí la naturaleza de todos mis temores, del odio y del sufrimiento y de todas aquellas sensaciones negativas que marcaban el día a día de mi vida, cuando peor estaba fui autenticamente libre, fui un yo de verdad que no me avergonzaba vivir.
Comprendí que el mundo no era tan difícil, que los seres humanos en el fondo son diminutos animalillos ansiosos de protección, y sobre todo comprendí que amaba mi cuerpo y que todo aquello que yo quería e iba a ser, no me sería impuesto por nadie, era una mujer trans, puta y yonki, pero estaba allí por mi propio pie.
Con todo mi insomnio y corazón para Dryew
No hay comentarios:
Publicar un comentario