La caída en espiral hacia el abismo que ves pasar ante tus ojos, viene provocada por algo, y lo sabes, sabes que no debiste amarla, pero caíste en sus redes, debiste dejarla a tiempo, y sigues dejando que te consuma a cada momento.
Sigues llorando por el suelo y ni siquiera tienes fuerza para robar algo para ella, ni por ella, y es que estás enganchado a la heroína, como un niño buscando gominolas, das asco, mucho, como lo dí yo, y lo damos todos...
Y entonces lo descubrimos, que comerla por droga solo calienta la garganta durante dos minutos antes de vomitarnos encima llorosos, no por vergüenza ni asco, sino ansiosos por nuestro pago.
Mírate, esquelético, tirado por los suelos de nuevo, sucio y asqueroso, ya no eres nada, ¿Para qué engañarnos? Nunca jamás fuiste nada, pero ahora, te miras en tu desquebrajado espejo, con la cara demacrada y sangrando por la nariz, temblando por el mono, arrastrándote como un gusano por la adoquinada calle llena de barro, entre jeringuillas, semen y el quemado pasado que fue tu existencia.
Muere de una vez, ya jamás nadie te tenderá la mano, el olor a raido sudor de tu ropa, las cicatrices de palizas y chutes se han adueñado de tí, te marean, y cierras los ojos sanguinolentos, sonriendo, por fín todo ha terminado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario