jueves, 18 de septiembre de 2014

Poetuelos romances y metanfetamina.

Y es que ocurre que cuando la poesía se transforma
en la justificación neurótica de una modernidad vacía
donde la gente guapa nunca se ahorra
ni uno de mil para encontrar amantes.

Aquellos que hablan de estupefacientes y calendarios
que llorarían viendo teñida en rojo su nariz
recuerdan su último amor de fin de semana
cuando volaban a cambio de medio de spiz.

Sin embargo siguen escribiendo, recitando
y yo, los vuelvo a escuchar, y a reir
por oir sus dramas de salón, mientras
otro joven que tuvo sueños vende su piel
                                                                  en el polígono.

Y a cambio de mas heridas en su alma
se vomita encima y se postula a apostol de la muerte
y yo, lloro porque el mundo no gira, y a pesar de todo,
nunca deja de moverse.

Juro que este es mi último poema.

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