Te has despertado esta mañana, profundamente individualista, hoy todos te dan asco, te provocan una especie de ansia de golpearlos hasta la muerte, sensación que llevabas tiempo sin sentir.
Caminando hacia la estación, cada nuevo paso, te parecian miles de pasos hacia un abismo absurdo con el que muchas veces ya soñaste, una basura de sensación, como la basura que hay a cada lado de la carretera en tu camino hacia la nada.
Decidirte debes pues, si pasas absolutamente de todo, y te vas de ahí, con una litrona, y si se despista la dependienta una bolsa de pipas grandes, a mitad de ninguna parte, quizás la orilla de un río, quizás el viejo cauce embarrado de lo que un día fue una balsa de agua estancada.
Pero te encuentras con que te provoca tanto asco todo en absoluto que decides ni pararte a pensar y hacer la maldita rutina que siempre, siempre, cada maldito día debes repetir, y entonces te encuentras con profesores imbeciles que no dicen con muchas palabras y con cerdos estudiantes que jamás se pararon a pensar que hacen ahí.
Y lo lanzas todo a la mierda, te levantas y sin agarrar ni la mochila te vas, mirando al suelo, odiándote incluso a ti mismo, tu nihilismo auto-destructivo te ha llevado al extremo de darte tedio incluso respirar.
Pero no coges la alternativa, sino que rompes literalmente con toda muestra de existencialismo que en tí quedase, descubriendo una vez mas, que comerla por droga no da calor, y que tres micras no caben en una jeringuilla, ni bajo tu piel.
Creí entonces, en tí, muchachillo.
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